Santísimo Cristo de la Crucifixión

La iconografía renovadora de Bonilla Cornejo

Eduardo Nieto Cruz

El Santísimo Cristo de la Crucifixión es una talla realizada en el año 1993 por el imaginero sevillano D. José Manuel Bonilla Cornejo.

El mismo autor, emite una serie de reflexiones iconográficas cuando termina su obra y expone un auténtico recetario sobre la técnica de la imaginería policromada: “He concebido al Señor de la Crucifixión como un Cristo vivo, dialogante, recién alzado, no vencido aún por la Agonía. Sus brazos, casi paralelos al Madero, son acogedores; tanto se extiende su mano derecha en una cuasi actitud de Bendición. Su dolorida cabeza, coronada de espinas, se inclina dulcemente hacia la derecha, potenciando la expresión de un rostro cuya fuerza reside en la penetrante mirada que se posará sobre cualquier fiel que lo contemple…concluyéndose –la policromía- con las veladuras y pátinas finales que conferirán a la imagen el dramatismo óptico de la estética neobarroca que deseo plasmar en mi escultura”.

Es el crucificado de mayores proporciones de cuantos se procesionan en la Semana Santa, alcanzando ciento noventa y ocho centímetros de envergadura desde la testa hasta los pies. Bonilla emplea la madera de cedro como conífera sempiterna de los grandes maestros dado que posee una serie de propiedades resinosas que impiden la aparición de xilófagos que afecten a su masa endógena.

Desde el punto de vista del pasaje evangélico resulta esta obra innovadora en tanto en cuanto el autor ha creado un dialogo entre Jesús y el Buen Ladrón no desde el madero sino a pie de la cruz. En esta tesitura es notorio las reflexiones que sobre este aspecto incide Cornejo: “he querido simbolizar al pueblo perdonado y redimido a través de Dimas que estará rodeado del tenso ambiente de la ejecución…” Así pues es un testimonio plástico completamente renovador y que busca una nueva línea discursiva, a seguir en el futuro grupo escultórico; es por tanto por lo que se hace del todo necesario establecer un compás de espera hasta la hora de ver procesionada toda la escena y en la que se combinen todas las líneas de tensión y de fuerza que se establezcan entre los personajes.

Cristo está sujeto a la cruz por tres clavos, referente que agudiza la línea quebrada de su silueta que se yergue majestuosa sobre el Calvario. Emplea el recurso bien intencionado de la perforación de las muñecas por estos elementos metálicos, siguiendo de un modo fiel el tratamiento martirial a que fue sometido Jesucristo a la hora de su inmolación en el madero; esto permite por otro lado la liberación de los dedos y de la zona palmaria de las manos como otros referentes expresivos.

La anatomía corresponde más a un joven que a un adulto a tenor de un examen somático de su musculatura y las zonas marcadas por los relieves óseos. La postura sobre los pies hace que se eleve y que no angule extremadamente sus brazos en busca de mostrar más a un Cristo triunfante que a otro abatido por el peso de su cuerpo y que se agita de un modo lacerante sobre los pies.

Estudio aparte merece el paño púdico o perizoma tratado con gran detalle por conseguir artificiosos juegos claroscuristas. Bonilla ha conseguido distribuir armoniosamente los drapeados de la tela que se agolpan de un modo violento sobre la desnudez del cuerpo. El contraste polícromo ha quedado suavizado ante el empleo de tonalidades marfileñas que se matizan a su vez con leves toques de pan de oro.

Leves señales de tormento se muestran en su anatomía, tan sólo tenues pinceladas de tonos carmines como referente cromático a heridas y contusiones producidas en la Vía Dolorosa. Esto evidencia el empleo de una semántica escultórica ajena al pathos laoncotiano para revelarnos el mensaje redentor desde la Cruz.

El gesto de Cristo es sereno, con ojos llenos de lágrimas para buscar la compasión del espectador que asiste a la escena desde el silente espacio cultual o desde las calles bulliciosas del Lunes Santo. Los cabellos se agitan insuflados de un viento casi divino y enmarcan la faz compungida del Hijo de Dios. Su cabeza se interpreta con una corona de púas como anexo a la escultura y se cimera mediante potencias en metal dorado.

IGLESIA XTO. CRUCIFIXION 09-04-14 J.J (16)